Yo no era una niña popular cuando tenía 9 años. No solo era muy tímida, sino que además el inglés era un idioma nuevo para mí. Recuerdo haberme sentido sola y diferente. Los otros niños me llamaban “rara” y no querían jugar conmigo.
Pero todo cambió cuando tuve mi primer amigo, un niño que también estaba aprendiendo inglés.
Ahora que soy terapeuta de familia recuerdo a menudo esa experiencia cuando padres me dicen con preocupación que nadie quiere jugar con su hijo. Muchas veces sus niños tienen síntomas de TDAH.
Los padres me cuentan que su hijo es considerado "demasiado activo", “demasiado rudo” o “demasiado rebelde”. Por ello, es común que otros niños los ignoren en el parque. A veces no los invitan a las fiestas de cumpleaños, ni tampoco a jugar en las casas de sus compañeros.
Las familias con las que trabajo son en su mayoría de origen hispano. Muchas de ellas nunca han hablado con nadie sobre los síntomas de TDAH de su hijo. Tampoco de cómo estos síntomas afectan su habilidad para hacer amigos. Suelo ser la primera persona con la que hablan de esto.
Las familias sienten un gran alivio cuando me lo cuentan. Lo primero que les digo es: “Ustedes no son los únicos”. Eso parece que los tranquiliza.
También se sienten aliviadas al enterarse de que existen maneras de ayudar a sus niños a manejar situaciones sociales. Para encontrar la estrategia apropiada, tomo en cuenta las necesidades particulares de cada niño.
Por ejemplo, si su hijo es considerado “demasiado hiper” es recomendable que se reúna a jugar al aire libre. El parque del vecindario o las barras de gimnasia son excelentes para un niño que es demasiado activo. También sugiero actividades como jugar a las escondidas o al fútbol.
Si su hijo es considerado “demasiado rebelde” o “demasiado rudo”, les sugiero que estén cerca mientras juega con otros niños para intervenir en caso necesario. Usted puede controlar a un niño que empieza a excitarse demasiado o a actuar de forma autoritaria.
Puede ayudar que el encuentro para jugar sea corto. Limitar la reunión a no más de una hora puede evitar conflictos, especialmente la primera vez que se reúnen a jugar.
También es útil saber qué le interesa a su hijo al planear una reunión. Piense lo que su hijo podría llevar a una actividad social.
Por ejemplo, en una ocasión trabajé con un niño de 8 años que tenía una memoria impresionante y le gustaba la geografía. Sus padres y yo encontramos un juego de memoria basado en los continentes. A su hijo le pareció fascinante y se lo pudo explicar al otro niño. Ambos pudieron permanecer tranquilos y enfocarse mientras jugaban.
Finalmente, no se dé por vencido. Es importante que su hijo practique mucho con otros niños para que aprenda a comportarse en situaciones sociales.
Así que no deje de organizar encuentros para jugar. Continúe solicitándolos de manera educada. Nunca se sabe quién aceptará a menos que lo proponga.
Incluso tener solo un amigo puede tener un gran impacto en la vida de su hijo. En mi caso, eso fue todo lo que necesité para sentirme mejor cuando tenía nueve años.
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