Permítanme presentarme: Mi nombre es Ben Foss y tengo dislexia.
Cuando era niño, mi madre me leía en voz alta. Cuando estudiaba en la universidad, le enviaba por fax mis ensayos finales a su casa en New Hampshire para que los leyera y por teléfono me ayudará a encontrar mis errores ortográficos.
Sé lo que es sentirse solo. Y quiero decirles a las personas con dislexia (especialmente a los niños con dislexia y a sus padres) que no están solos.
Comparto aquí algunos de los aprendizajes que he adquirido en el camino, desde la hasta la obtención de mis títulos en derecho y negocios en la universidad de Stanford y, finalmente, convertirme en el director de accesibilidad tecnológica en Intel. Espero que esta información lo ayude a conocer la realidad sobre la dislexia, contar su historia y desarrollar herramientas que permitan a las personas con aprovechar sus fortalezas.
Para comenzar, permítame decirle que cuando se habla de la dislexia, la mayoría de las personas se enfocan en la lectura o la ortografía. En su lugar, se deberían enfocar en la vergüenza. La vergüenza es un sentimiento de no ser digno de respeto por quien usted es. Es diferente a la culpa, que es sentirse mal por algo que usted hizo, como robar o hacer trampa.
La vergüenza proviene de no sentirse normal. Pero ¿qué es normal? Como mi madre me decía cuando yo era niño, citando a la humorista Emma Bombeck: “¡Normal es solo una opción en tu secadora!”.
Cuando somos pésimos en algo que nos piden hacer todos los días (en mi caso cuando era niño: leer), comenzamos a asumir que el problema somos nosotros y tratamos de ocultarlo. Eso es vergüenza. La clave para tener éxito como persona con dislexia es comprender nuestras fortalezas y limitaciones.
Esto puede ser aterrador, y requiere tiempo. Sentirse feliz cuando se tiene dislexia, o como padre de un niño con dislexia, requiere en primer lugar comprender cuáles son los hechos y luego comenzar a contar su historia a las personas en las que usted confía. Los niños con dislexia podrían eventualmente usar un conjunto de herramientas prácticas, incluida la tecnología de asistencia como software de texto-a-voz o audiolibros, que les permitan aprovechar sus fortalezas.
Conozca la “lengua nativa” de Ben
Descubrí que a las personas les cuesta creer que tengo dislexia cuando ven únicamente el producto final de mi trabajo escrito. Actualmente, por lo general le hablo a una computadora y uso un software para transcribirlo, lo cual aumenta mi velocidad y precisión cuando escribo. El texto de este blog pasó por cuatro rondas de edición, incluyendo una edición de la estructura, así como de revisión y corrección para pulirlo aún más.
Así es cómo lucía el primer párrafo antes de eso. Llamo a esto mi “lengua nativa”.
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